Por estos días está finalizando la floración del quillay. En los cerros y también en parques, jardines y bandejones centrales de la ciudad se pueden ver quillayes vestidos de blanco-amarillo. Sin embargo, pocos notan la presencia de este importante árbol y menos aún sus cambios estacionales.

¿Cómo reconocer un quillay? Su follaje es poco denso, por lo que desde lejos se pueden ver el tronco y las ramas a través de él. Sus hojas son duras de color verde claro y margen dentado (o irregular).

¿Dónde crece? El quillay es un árbol siempreverde, endémico de Chile (no se encuentra en otra parte del mundo), que se distribuye entre la Región de Coquimbo y la del Bío-Bío y es dominante en el matorral y bosque esclerófilo de nuestra zona central.

¿Porqué es tan importante este árbol? Porque como ya dijimos es un elemento importante de los bosques y matorrales. Además su corteza posee un importante contenido de saponinas, espumantes y emulsificantes naturales de múltiples usos en la industria alimenticia, cosméticos, minería, agricultura y muchas otras. El quillay es antigua y popularmente utilizado para lavar y para espantar insectos. Para los apicultores es una importante fuente de néctar para que las abejas fabriquen miel. Y además de las abejas, sus flores son visitas por más de 40 otros insectos nativos, insectos que a su vez vistan otras flores, polinizan y permiten la regeneración del bosque, insectos que forman parte de la rica y única biodiversidad de Chile central. El quillay también es ornamental, se utiliza en jardinería, presenta crecimiento rápido, es siempreverde y como las plantas nativas de la zona central, en general, requiere poca agua para vivir.

¿Porqué me gustan sus flores? Porque son muy inteligentes! Son poligamodioicas y protándricas. En otras palabras, las flores laterales son masculinas (solo producen estambres con polen) y las centrales son hermafrodita (tienen estambres y pistilo). A lo largo de la vida de la flor, madura primero el polen de las flores hermafroditas, luego madura el pistilo y se vuelve receptivo y finalmente madura el polen de las flores laterales. Esto, junto con la dinámica de secreción de néctar, favorecería que las flores no se polinicen con polen de una misma flor.